Dimisiones y renuncias

10.06.2011 00:30

“La física nuclear no sabrá nunca/qué universos de amor o dolor/ruedan en una simple lágrima” Joaquín Antonio Peñalosa

 Que alguien tome la determinación de unirse a un proyecto político, saliendo a escena, arrostrando lo que haga falta en su defensa, denota valor, puede que, a veces, rayano a la osadía. Si después decide abandonar la obra, no será ni mas audaz ni mas cobarde que quién se queda, será consecuente, puesto que las dimisiones políticas voluntarias, no hablo de las forzadas, no se resuelven de forma irreflexiva o caprichosa, sino en congruencia con unas expectativas, y por fidelidad a la misma causa que envalentona a quien se queda, ese proyecto de mejora de la sociedad en la que se vive. Lo compara mi amigo Carlos con el abandono de carrera de Alonso cuando sabe que su coche no le rinde lo que espera, y la palabra “rinde” con su significado más hermoso, la de dar fruto.

 

Difiero de los que opinan que un grupo político se debilita si hay gente que sale de él, normalmente un grupo o equipo (cualquiera) gana entidad con el tiempo, se define y concreta, y sus miembros se acoplan o no, quién no lo hace, por circunstancias de cualquier índole, es coherente y se marcha, dando paso a otros que, presumiblemente, encajarán mejor. En este sentido, marcharse, es un acto de responsabilidad, y hasta de humildad, pues teniendo los pies en la tierra, quien se va se sabe prescindible, y da paso a quienes puedan aportar más al proyecto en marcha.

 

En estos días, en los que tantos dijeron adiós, no he podido evitar recordar la reunión de equipo en la que yo comuniqué mi salida, donde se nos desbordaron lágrimas y afloraron los sentimientos propios de personas que

comparten una lucha común. Este recuerdo hace que me emocionen las palabras y gestos de los que renuncian, porque sé que, hasta hacer efectiva una dimisión,se recorre un trayecto arduo, tanto para el dimisionario como para el grupo del que se dimite. Hay una separación traumática, semejante a una amputación en la que, pasado un tiempo, el cuerpo no acostumbrado a la pérdida de su miembro, lo sigue sintiendo ahí. Y viceversa: doy fe de que a éste miembro le ha seguido doliendo el cuerpo del que se seccionó.

 

Advierto al que se marcha de la abundancia de opiniones e interpretaciones erróneas sobre su dimisión, en parte debido al desconocimiento de los matices que surgen de la complejidad del entramado de circunstancias que

nos revela a los dimisionarios que lo mejor para nosotros, la gente que nos quiere, la que queremos y nos preocupa, es que nos vayamos.

 En general, deseo a todos cuántos inician etapa en estos días, los que se marchan, los que se quedan, y los que llegan, que obtenga los mejores frutos, que puedan sacar a su coche el máximo rendimiento.

 

Y en particular, digo de dimisionaria a los dimisionarios,que estoy con ellos, aunque no conozca sus motivos en profundidad, porque no dudo que han hecho lo correcto, y los felicito por dar el paso decisivo que los coloca en la salida hacia un camino mas suyo que nunca, desde donde obtendrán una panorámica distinta, combinando la de los de dentro con la de los de fuera, posiblemente por eso más certera, en todo caso, seguro que más objetiva, y con

la ventaja de que habrá a su lado muy poca gente con la máscara puesta.

 

 Les doy la bienvenida a la vida real, fuera del escenario, entre el público llano, donde no todos son espectadores atentos, que hay quien ignora si hay función, quien ni mira un espectáculo que le aburre, o aquel que monta obra propia, sabedor de lo que en bambalinas se cuece. Buen provecho.

 

Isabel Montes Romero