Doctora BOLA

16.01.2011 18:39

En el verano 2007, asistí a la Gala de la Asociación Protectora de Animales Acógenos con mis sobrinos jienenses, Lucia con 2 años, Jose Manuel de 7, e Isabel Mª de 11. La Asociación sacó al escenario del Auditorium a varios perros que tenía pendiente de adopción.

Así conocimos a Bola, que era un cachorrito que se había encontrado abandonado por la Vía Verde. Los niños se encapricharon con ella en cuánto la vieron, y al día siguiente estaban en la perrera visitándola. El abuelo, que los mimaba, la adoptó, decidió responsabilizarse de la perrita y se la trajo para que los niños disfrutaran de ella. Era la perra de los niños, pero en los papeles figuraba el abuelo. Más tarde, cuándo tuvieron que marchar, tras las vacaciones, a sus habituales quehaceres, Bola siguió con el abuelo, compartiendo la huerta.

El abuelo, que había estado sumido en una depresión en los últimos tiempos, empezó a salir de ella, y le gustaba contar a propios y extraños, como sentía que lo estaba ayudando la perra. El la sacaba de paseo, la cuidaba, le enseñaba algunas gracias. Ella le demostraba su amor y fidelidad. El abuelo estaba tan lleno de su perrita que la rebautizó, y decía que era la doctora, la doctora Bola, la que lo estaba sacando del pozo.

Desde aquellos primeros meses de su vida, nuestra perra sacó su titulo de Doctora. Y, doy fe, de que tiene mucha sabiduria en cuestiones de curar

heridas profundas, de esas del corazón o del alma. Cuando el abuelo desapareció, así como lo hizo, de esa forma tan inesperada, cómo un truco de magia, porque estaba, y al instante, ya no estaba, de tal modo que todavía pensamos que va aparecer por algún lado en cualquier momento, que alguien nos va a explicar ese truco de tan mal gusto, y nos dirá donde se ha ocultado. Bueno, pues, cuando papá se nos fue, la perra estaba, como todos nosotros, desorientada, y triste, muy triste, pero poco a poco, ella sacó sus recursos afuera, sus dotes de gran doctora, y nos ha ido curando las heridas, y ahora somos convalecientes con buen pronóstico. Gracias, doctora Bola, por la parte que te toca.

 

ODA AL PERRO (fragmento)

El perro me pregunta

y no respondo.

Salta corre en el campo y me pregunta

sin hablar

y sus ojos

son dos preguntas húmedas, dos llamas

líquidas que interrogan

y no respondo,

no respndo porque

no sé, no puedo nada.

Pablo Neruda

Con su buen ojo clínico